ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LOS CEMENTERIOS CONTEMPORÁNEOS
Hace algunos años poca gente consideraba los cementerios parte del patrimonio de su ciudad y algunos no apreciaban sus valores artísticos. Poco a poco esta situación está empezando a cambiar aunque aún hay mucho camino por recorrer.
Para empezar, deberíamos despojarnos de todos los prejuicios que podamos tener alrededor de estos enclaves históricos puesto que otros cementerios más antiguos y famosos no despiertan tanto recelo. A veces se nos olvida que las pirámides de Gizeh y el Taj Mahal sólo son tumbas, que las iglesias cristianas más antiguas -como la Basílica de San Pedro- fueron levantadas para consagrar una tumba o un lugar de un martirio, y que piezas de extraordinaria relevancia artística como la Piedad o los esclavos de Miguel Ángel fueron diseñados como parte de monumentos funerarios.
Hay que tener en cuenta que los tesoros del Museo Egipcio de El Cairo o del Museo Antropológico de México, o las colecciones prehispánicas de casi todos los museos locales de América latina provienen del saqueo de tumbas. Ha sido el culto a la muerte de nuestros antepasados lo que nos ha permitido conocer la mayor parte de la historia de la humanidad y esto tiene exactamente la misma validez tanto si se trata de cementerios romanos como de un cementerio contemporáneo.
Nuestros cementerios del siglo XIX y primera mitad del XX tienen un valor arquitectónico y urbanístico indudable, puesto que muchos son como un muestrario de distintas técnicas artísticas y arquitectónicas del momento, además de enclaves de importantísimo valor antropológico debido a su carácter de testigo de ideologías, devociones, aficiones y actividades de los difuntos que han dejado plasmadas en relieves escultóricos e inscripciones.
De hecho hay una gran diferencia con los actuales que han sido provocados por la expansión urbanística y que desde finales del siglo pasado se han generalizado en nuestras ciudades. Lo más evidente es que carecen del carisma que caracterizó a la primera generación de cementerios extraurbanos, y lucen como un panal de abejas con las formas lapidarias y estelas estandarizadas y casi idénticas.
Un gran problema para su puesta en valor ha sido que la mayor parte de los cementerios novecentistas que han llegado hasta nuestros días no siempre han sido valorados por la administración competente. A diferencia de lo que ocurre en pequeñas o medianas poblaciones -en las que el cementerio ha mantenido el carácter de paseo público y continúa siendo visitado contribuyendo a su cuidado como si se tratara de un parque o jardín-, en las grandes poblaciones se ha perdido este sentido y los cementerios se encuentran en muchas ocasiones abandonados y con gran peligro para las obras de arte que en ellos se encuentra.
En general, como argumentan R. Lacuesta y M. Galcerán, “las posibilidades de recuperación de los cementerios para la ciudad son indiscutible – y casi necesarias–: como parque público, como museo al aire libre y, con fines pedagógicos, como lugar de estudio idóneo de la producción arquitectónica funeraria –paralelo a la urbana y reflejo de ella–de los siglos XIX y XX”. Creemos que los cementerios bien administrados son muy importantes para los vivos como lugares públicos de recreo y como santuarios de la flora y la fauna, idea con la que ya se proyectaron estos recintos en el siglo pasado.
¿Que pensáis vosotros?